No es No. Y no lo aceptabas, no registrabas mi límite, no me
respetabas, no me escuchabas. ¿Por qué creías que cuando alguien te dice que no,
es sí?, ¿Por qué te sentías con derecho a anularme como persona?
Insistías e
insistías tanto, que, con tal de no aguantarte más, muchas veces yo accedía y
ese gran no se convertía en un sí. En algunas ocasiones demostrándote mi
fastidio, mi rechazo y mi desinterés y en otras no.
Eras y seguís
siendo muy desagradable y yo me sometía a vos una y otra vez, sin poder
correrme, con una inmensa desolación que me invadía, desesperanza y una
profunda tristeza.
Mi dignidad
había desaparecido, o tal vez no, porque siempre tuve muy claro que tu maltrato
era algo que no quería para mí, y sabía que iba a llegar el día de mi
liberación, sin sospechar cómo iba a suceder.
¿Y tú dignidad, que aceptabas lo que yo te
daba sin importarte que no lo sintiera?, ¿sabiendo que no te amaba, que no te
admiraba, que te rechazaba, dándote cuenta que no era feliz a tu lado?
No es no,
pero no siempre dije no. El desgaste emocional era mucho, y de a poco me fui convirtiendo
en una persona cada vez triste, apagándome como una vela que va perdiendo su luz, agonizando muy lentamente.
¿Por qué
tenía que justificarme cada vez que te decía no?, me cuestionabas e increpabas,
me obligabas a darte explicaciones y ni siquiera te interesaban mis motivos,
solo descalificarme y psico patearme.
Me
enojaba y lloraba de impotencia, no me entendías y yo trataba que comprendieras
algo que no hay que comprender, solo aceptar y respetar, porque No es No, en el
idioma que sea.
Y
así, con tu atropello, con mi dolor, resistí como resiste un preso esperando el
día de su liberación, deseando y fantaseando cada día con que desaparecieras de mi vida, con que te disuelvas y que te esfumes para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario