miércoles, 13 de marzo de 2019

UNA ESCAPADA DE FIN DE SEMANA





                Verónica, igual que todos los días, tenía una muy estricta rutina para que su negocio pudiese funcionar correctamente. No dejaba ni un cabo suelto, y había estudiado muy bien el terreno. Mantenía su ocupación en absoluta clandestinidad.

            Se levantaba temprano, preparaba su desayuno, se vestía con ropa deportiva y salía a caminar por la costa, con una colita en el cabello, una gorra con visera y anteojos bien grandes. Luego volvía a su casa, y se conectaba a las redes sociales.

            Entraba a diferentes aplicaciones y elegía muy bien antes de poner un me gusta. No estaba para perder el tiempo. Llevaba ya algunos años en los sitios de citas y conocía muy bien los manejos de los hombres.

            Luego realizaba una intensa clase de gimnasia por YouTube, y se preparaba el almuerzo, nada de hidratos de carbono, necesitaba cuidar su figura. Usaba ropa de marca y perfumes caros.

            Almorzaba una ensalada con algo de proteína, ordenaba su cocina y luego salía para la playa a tomar una hora de sol para lograr estar bien bronceada. Su imagen era fundamental.

            Para sus allegados, se dedicaba a correcciones literarias on line. Por eso pasaba largas horas en su casa frente a la computadora y algunas veces trabajaba hasta entrada la noche.

            Leía mucho y se cultivaba intelectualmente, debería estar preparada para cualquier tema de conversación, sus posibles citas podían ser muy variadas y siempre buscaba un target elevado.

            Son las tres de la tarde y su teléfono emite un sonido. Lo prende y el “fueguito” en la pantalla indicaba un nuevo “match”. Ella está recostada en su cama descansado y rápidamente inicia la conversación.

       Después de la charla, Verónica vio un rato de Netflix, ordenó su casa y fue a encontrarse con sus amigas. Luego volvió a bañarse y a producirse.

            Se encontraron en la esquina como habían acordado. Antes que él pudiese darse cuenta, ella ya se había subido al auto. Se observaron y sonrieron.

            Verónica estaba sensual, con un vestido blanco pegado al cuerpo. Maquillaje suave, un perfume envolvente y su pelo largo y rubio cayendo por sus pechos.

            Él, con una camisa clara, algunas canas y una voz encantadora. El auto limpio y perfumado como si fuese el protagonista del encuentro, y muy buena música.

            —No sos la misma de la foto, pero sos muy linda — le dijo él entre sorprendido y desconcertado.

— Prefiero no exponerme en las redes — contestó ella.

            Verónica le sugirió un lugar tranquilo, y allá fueron, a un bar sobre la costa con luz tenue, desde donde se podía ver el mar. Ella eligió la mesa más escondida, la del rincón.

            Él la miraba encantado, la verdad es que estaba muy bonita y era muy seductora. Sonreía todo el tiempo y tenía una voz muy dulce. Siempre sugerente mirándolo a los ojos.

            Le contó que tenía novio en Junín y le preguntó a él si estaba en pareja. Le respondió que sí, pero como su novia se había ido unos días con sus amigas, el aprovechó para despejarse.

            Después de hora y media de charla, en la que ella decidió que valía la pena avanzar, se fueron al departamento de él. Subieron y en el ascensor, se dieron un beso bien caliente.

            Verónica seguía insinuante, pero marcando distancia. Sacó de su cartera dos botellitas de Champagne que abrió mientras él la miraba embelesado.

            Brindaron, tomaron del pico, se rieron, y se besaron en el sillón, estaba siendo una noche perfecta, y lentamente él se quedó dormido.

            Ella tomó el teléfono, abrió Tinder y eliminó la cuenta. Luego guardó las botellas, se puso sus guantes de látex y dejó todo ordenado.

            Comenzó a revisar el departamento, agarró dinero en efectivo, su teléfono, un reloj, un perfume sin abrir, un par de zapatillas, la computadora y las tarjetas de crédito.

            Se cambió poniéndose una calza y zapatillas y se ató el cabello. Luego le tomó la mano y puso la yema de su dedo índice sobre su teléfono y rápidamente hizo algunas compras on line.

            Lo tapó, tomo la llave de abajo para poder salir del edificio y se fue con su bolso. Caminó hasta su auto, que estaba estratégicamente estacionado cerca.

            De ahí se fue a ver a un conocido, el mismo que siempre le compra las notebooks, los teléfonos y esta vez también un buen par de zapatillas y un perfume importado.

            Volvió a su casa. Le hizo un mimo a su gato que maullaba detrás de la puerta, se sacó la peluca rubia y se metió en la ducha. Preparó un té con limón y se metió en la cama.

            Rápidamente armó una nueva cuenta con otro perfil de Facebook. Dio unos cuantos me gusta y se durmió, para poder al día siguiente continuar con su rutina.

            Él nunca dijo la verdad, solo denunció que en la calle le habían robado su bolso con todas sus cosas. Se subió al auto y se volvió a Buenos Aires.

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