Verónica, igual que todos los días,
tenía una muy estricta rutina para que su negocio pudiese funcionar
correctamente. No dejaba ni un cabo suelto, y había estudiado muy bien el
terreno. Mantenía su ocupación en absoluta clandestinidad.
Se levantaba
temprano, preparaba su desayuno, se vestía con ropa deportiva y salía a caminar
por la costa, con una colita en el cabello, una gorra con visera y anteojos
bien grandes. Luego volvía a su casa, y se conectaba a las redes sociales.
Entraba a
diferentes aplicaciones y elegía muy bien antes de poner un me gusta. No estaba para perder el
tiempo. Llevaba ya algunos años en los sitios de citas y conocía muy bien los
manejos de los hombres.
Luego realizaba
una intensa clase de gimnasia por YouTube, y se preparaba el almuerzo, nada de
hidratos de carbono, necesitaba cuidar su figura. Usaba ropa de marca y
perfumes caros.
Almorzaba una
ensalada con algo de proteína, ordenaba su cocina y luego salía para la playa a
tomar una hora de sol para lograr estar bien bronceada. Su imagen era
fundamental.
Para sus
allegados, se dedicaba a correcciones literarias on line. Por eso pasaba largas
horas en su casa frente a la computadora y algunas veces trabajaba hasta
entrada la noche.
Leía mucho y
se cultivaba intelectualmente, debería estar preparada para cualquier tema de
conversación, sus posibles citas podían ser muy variadas y siempre buscaba un
target elevado.
Son las tres
de la tarde y su teléfono emite un sonido. Lo prende y el “fueguito” en la
pantalla indicaba un nuevo “match”. Ella está recostada en su cama descansado y
rápidamente inicia la conversación.
Después de
la charla, Verónica vio un rato de Netflix, ordenó su casa y fue a encontrarse con
sus amigas. Luego volvió a bañarse y a producirse.
Se
encontraron en la esquina como habían acordado. Antes que él pudiese darse
cuenta, ella ya se había subido al auto. Se observaron y sonrieron.
Verónica
estaba sensual, con un vestido blanco pegado al cuerpo. Maquillaje suave, un
perfume envolvente y su pelo largo y rubio cayendo por sus pechos.
Él, con una
camisa clara, algunas canas y una voz encantadora. El auto limpio y perfumado
como si fuese el protagonista del encuentro, y muy buena música.
—No sos la
misma de la foto, pero sos muy linda — le dijo él entre sorprendido y
desconcertado.
— Prefiero no exponerme en las redes
— contestó ella.
Verónica le
sugirió un lugar tranquilo, y allá fueron, a un bar sobre la costa con luz
tenue, desde donde se podía ver el mar. Ella eligió la mesa más escondida, la
del rincón.
Él la miraba
encantado, la verdad es que estaba muy bonita y era muy seductora. Sonreía todo
el tiempo y tenía una voz muy dulce. Siempre sugerente mirándolo a los ojos.
Le contó que
tenía novio en Junín y le preguntó a él si estaba en pareja. Le respondió que
sí, pero como su novia se había ido unos días con sus amigas, el aprovechó para
despejarse.
Después de
hora y media de charla, en la que ella decidió que valía la pena avanzar, se
fueron al departamento de él. Subieron y en el ascensor, se dieron un beso bien
caliente.
Verónica
seguía insinuante, pero marcando distancia. Sacó de su cartera dos botellitas
de Champagne que abrió mientras él la miraba embelesado.
Brindaron,
tomaron del pico, se rieron, y se besaron en el sillón, estaba siendo una noche
perfecta, y lentamente él se quedó dormido.
Ella tomó el
teléfono, abrió Tinder y eliminó la cuenta. Luego guardó las botellas, se puso
sus guantes de látex y dejó todo ordenado.
Comenzó a
revisar el departamento, agarró dinero en efectivo, su teléfono, un reloj, un
perfume sin abrir, un par de zapatillas, la computadora y las tarjetas de
crédito.
Se cambió
poniéndose una calza y zapatillas y se ató el cabello. Luego le tomó la mano y
puso la yema de su dedo índice sobre su teléfono y rápidamente hizo algunas
compras on line.
Lo tapó, tomo
la llave de abajo para poder salir del edificio y se fue con su bolso. Caminó
hasta su auto, que estaba estratégicamente estacionado cerca.
De ahí se
fue a ver a un conocido, el mismo que siempre le compra las notebooks, los
teléfonos y esta vez también un buen par de zapatillas y un perfume importado.
Volvió a su casa. Le hizo un mimo a
su gato que maullaba detrás de la puerta, se sacó la peluca rubia y se metió en
la ducha. Preparó un té con limón y se metió en la cama.
Rápidamente armó
una nueva cuenta con otro perfil de Facebook. Dio unos cuantos me gusta y se durmió, para poder al día
siguiente continuar con su rutina.
Él nunca
dijo la verdad, solo denunció que en la calle le habían robado su bolso con
todas sus cosas. Se subió al auto y se volvió a Buenos Aires.
Buenísimo! Me encantó
ResponderEliminar